sábado, 10 de diciembre de 2011

Tu cuento

Te lo cuento. Pero no te creas que es fruto de la imaginación. No pienses que todo es mentira.
Todo cuento empieza con "érase una vez..." Éste por ser diferente va a empezar por,...

Érase dos veces, la primera en sueños y la segunda hecha realidad... donde había una guapa princesa. Se llamaba Lyot y vivía en la ciudadela Viszul.

Tenía grandes pesadillas y un limpio y profundo corazón. Tenía un vestido rosa que nunca usaba. Era sensible a cualquier halago. Tenía unos ojos grandes, verdes y tenía unas pestañas largas y bonitas. Como ella no había ninguna en todo el reino. Encerrada en su torreón de blanco marfil, descansaba su cuerpo. Buscaba un alma limpia que viniera y la rescatara para una buena temporada, llamada "toda la vida".

Todos los intentos anteriores caían en el puente que se suspendía encima de la lava que rodeaba el castillo. Un dragón alado, de color verde oscuro la rescataba de esas caídas y la dejaba de nuevo en esa cárcel blanca.

No había caballero de armadura falsa que fuera a sacarle todas las penas de golpe. Ninguno venía con intenciones de hacerla feliz más de una semana y todos iban vestidos de lo que no eran.

Un joven aldeano que araba las tierras de alrededor de la fortaleza, veía como el dragón devolvía esos ojos verdes a una ventana alta de una torre. También veía como astutos engaña-bobas del amor caían en la calurosa lava y se deshacían en cenizas, dejando el camino lleno de espadas, armaduras y flores de plásticos de quita y pon.

El aldeano era humilde, trabajador y muy pobre. Fue desterrado a trabajar al campo por mala fortuna en falsos romances. Se llamaba Alces, era proveniente de AvePirra.

Un día vió a la joven asomarse en la ventana, tenía un rostro triste y miraba hacia el paisaje con poca esperanza de salir de ahí. Alces se acercó hasta donde alcanzó ver una sonrisa preciosa que ocultaba. Le preguntó "¿qué tal?" y ella respondió con una mágica risa que contagió toda la escena...

El humilde aldeano empezó a preguntarle por su vida, su rutina,... Se dieron cuenta de que eran muy diferentes, pero que en cierta manera habían sufrido lo mismo...

La invitó a salir del castillo del cual estaba encerrada. Lyot le dijo que no podía. Tenía un hechizo del que tenía que deshacerse. Solo bastaba un beso sincero, un abrazo sentido y lo más importante, no se podía utilizar la fuerza ni forzar las cosas.

El aldeano, se propuso intentarlo, y con algo de suerte y valor se adentró en el castillo. Subió unas escaleras de caracol de mármol. Abrió una puerta de color rosa y dorada.

Delante de él, había una frase incompleta. Eran cuatro palabras mal colocadas que había que colocar en orden. Sólo una pista: "Es lo que veo, es lo que quiero que me digan todos los días..."

El aldeano recordó esos días que la pequeña princesa pasaba en la ventana con la mirada perdida y supo que la primera palabra que es lo que veía era "Cielo..." gritó... se escuchó un chasquido,... ya solo quedaban tres...

Era algo que quería oír todos los días, quizás nunca se lo habían dicho... Alces no sabía que podría ser... Pensó y pensó,... pero no dió con la tecla. Se rindió en un rincón cerca de la puerta del acertijo y entre lloros dijo "si yo te quiero mucho..." y entonces se escuchó un estruendo ruido y la puerta se abrió.

Una alfombra larga de color rosa se extendía por el suelo hasta la ventana de la habitación. Había una cama dorada y blanca. Un espejo grande que representaba los bailes que se había marcado Lyot delante de él...

Al fondo y atada con cadenas de plata se encontraba la joven y apuesta princesa. Vestía con un traje largo, blanco con líneas doradas. Alces se acercó, no demasiado. Le habló de todo lo que quería, de todo lo grande que era el campo. De que había una vida fuera ahí. No forzó las cadenas que la ataban. Vió como ninguna de ellas tenía una cerradura.

Alces se acercó y la agarró de la mano. Las miradas eran de ojos a Ojos y las caricias de los dedos eran fuego, era calor humano en unas manos frías.

Era inevitable. La princesa le pidió un abrazo. Se abrazaron y tardaron en soltarse. Lo que si se soltaron fueron algunas cadenas que liberaron a la princesa. El abrazo había sido sentido.

Bajaron las escaleras y la princesa se paró. Delante de ellos había una pared repleta de cartulinas de colores, flores del campo y fotos, que Alces había preparado antes de subir. Tal fue el impacto ante esos detalles que la princesa besó al humilde aldeano, y fue sincero porque el puente de lava se convirtió en un camino de arena y césped alrededor que los condujo al campo.




Del dragón no se supo nada. Todo había sido tan poco forzado que no se presenció miedo ni rescates que es lo que representaba el verde alado. Tanto la princesa como el aldeano viven ahora felices en el reino de Villa Encantados y cumplen sueños sin parar.

No creas que este es el final del cuento...

Esto acaba de empezar...

Y colorín colorado,..este cuento,..ha empezado...

2 comentarios:

  1. Me encanta,original y muy sentido,una historia muy muy real...

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  2. me encanta el cuento,a los protagonistas tambien tengo el gusto de conocerlo,bellos por fuera pero por dentro, que es lo mas importante mas

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